Interrail, o cómo visitar 5 grandes ciudades europeas en 15 días

¿5 grandes ciudades en dos semanas? Pero… ¿se puede?, ¿da tiempo a respirar?, ¿no es muy caro?, ¿¡vamos a morir en el intento!? La respuesta es sí, se puede; el tiempo da hasta para perderse en la naturaleza en una escapada a la montaña o tomarse unas cañas en un biergarten berlinense; se puede adaptar el viaje al presupuesto; y, finalmente, no, con Interrail y un poco de organización, poner Europa a vuestros pies en 15 días no es una locura.
Ideal para un primer gran viaje a vuestro aire, Interrail es una experiencia que no tiene edad, aunque ocupa un puesto privilegiado en las listas de «Cosas que hacer antes de los…». En esta y nuestras siguientes entradas pretendemos despejar vuestras dudas sobre como planear un viaje redondo en el corazón de Europa y sacarle el máximo partido.
En nuestro caso, emprendimos un viaje de Interrail en verano de 2015 que nos llevó por 5 países (Hungría, Eslovaquia, Polonia, República Checa y Alemania), visitando ciudades llenas de historia e incluyendo una excursión a las montañas del Parque Nacional del Tatras.
Aquí os dejamos nuestro itinerario:
Días 1, 2 y 3: Budapest en dos días y un chapuzón
La capital húngara fue la primera parada de nuestro Interrail. A orillas del Danubio, Budapest ofrece dos ciudades en una: de la magia de la antigua Buda a los barrios señoriales de Pest, unidas por el icónico puente de las cadenas (Széchenyi). Pero como os hemos comentado, sin prisas pero sin pausas, también podréis sentaros a probar las deliciosas tartas de la reputada pastelería Gerbeaud o relajaros en alguno de los baños termales más célebres de la ciudad.
Día 4: Bratislava en 24 horas
Bratislava no es tan triste como nos la pintaban en la visión reduccionista del viejo continente de la comedia americana Eurotrip, ni tan horrorosa como la infame Hostel. Bien al contrario, se trata de una coqueta ciudad cuyas calles pueden recorrerse tranquilamente en un día, desde el palacio que domina sobre una colina a las callejuelas medievales del centro. Si tenéis tiempo, incluso podéis escaparos a las vecinas ruinas del castillo de Devín.
Día 5 y 6: Zakopane y el Parque Nacional del Tatras
No todo tiene que ser asfalto y piedra en un Interrail. Entre Eslovaquia y Polonia se extiende el Parque Nacional del Tatras, una magnífica cordillera salpicada de preciosos lagos. Tomando como base el pequeño (pero masificado) pueblo de Zakopane en el sur de Polonia, se pueden realizar excursiones a la montaña. La más concurrida es sin duda la que lleva a Morskie Oko, el más grande de los lagos del parque.
Días 7, 8 y 9: Cracovia, Auschwitz y las Minas de Sal
Cracovia es sin duda una ciudad que enamora y, en nuestro caso, la Plaza del Mercado fue el flechazo. También es una ciudad trágica, con mucha memoria histórica. Imprescindibles el barrio judío de Kazimierz y los terribles restos del barrio de Podgorzesa, que sirvió de ghetto previo a las deportaciones masivas en el Holocausto. Además, haciendo de tripas corazón, podréis visitar el campo de concentración de Auschwitz a 70km de la ciudad. En un tono más alegre, también podréis adentraros en las entrañas de la Tierra en las famosas minas de sal de Wieliczka a tan solo 10 km del centro urbano.
Días 10 y 11: Praga en menos de 48 horas
Praga tiene algo que la hace especial. ¿Será la mística del reloj astronómico?, ¿las estatuas que flanquean el puente de Carlos?, ¿la legendaria amenaza del Golem? Sea lo que sea, Praga no os dejará indiferentes. Y si con todo lo que tiene que ofrecer todavía os sabe a poco, es que no habéis probado sus cervezas tradicionales.
Días 12, 13 y 14: Berlín Express – Lo mejor de la capital germana en dos días y medio
Berlín es la más moderna de las urbes que incluimos en nuestro recorrido. Casi enteramente reconstruida después de la Segunda Guerra Mundial, Berlín tiene un aire vanguardista (basta con alzar la vista a la cúpula de vidrio del Reichstag del arquitecto Norman Foster) a la vez que es una ciudad que no olvida, con homenajes a las víctimas del Holocausto y recuerdos de vidas separadas por el infame muro de la posguerra. Más allá de los monumentos más emblemáticos, la vida de Berlín se experimenta en los barrios, de Charlottenburg a Friedrichshain, pasando por Kreuzberg, los currywurst y los biergartens.
En resumen:
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