Día 10: Nápoles – Centro histórico

Hoy es nuestro último día en Italia. Nuestro vuelo sale a las 17h y vamos a dedicar el día a visitar el centro histórico de Nápoles. Los demás días que hemos estado en la ciudad, hemos visitado mayormente otras áreas y las zonas arqueológicos, aunque siempre nos ha dado tiempo de pasear por el centro. Estamos familiarizados ya con el ambiente caótico de la ciudad y a los motoristas sin casco compartiendo las estrechas vías con la multitud de peatones. Pero aparte de la capilla de San Severo, que visitamos en nuestro primer día, hemos dejado todos los atractivos del centro para hoy.
Basílica y convento de Santa Clara
Atravesamos a pie el barrio histórico y paseamos bajo la ropa tendida de sus balcones, rumbo a nuestra primera parada del día: Santa Clara. Esta basílica es también un convento de monjas y es muy frecuentado por turistas por su claustro. La entrada al monasterio cuesta 6€, que quedan reducidos a 4,5€ presentando la ArteCard, que adquirimos en nuestro primer día en la ciudad.
A diferencia de la nave de la basílica, que fue reconstruida después de que las bombas de la Segunda Guerra Mundial destrozaran el edificio barroco, el claustro principal resultó indemne. Las paredes del cuadrángulo están decoradas con frescos de los siglos XIII a XVI, pero son sobretodo sus azulejos los que llaman la atención, bien en las paredes o en las columnas que colindan los dos viales que cruzan el patio. Algunos azulejos presentan motivos decorativos, mientras que en otros pueden verse escenas campestres, paisajes e imágenes mitológicas. Desde el claustro se puede acceder también a un pequeño museo del recinto monumental.
Plaza e iglesia del Gesù Nuovo
La basílica de Santa Clara se encuentra en un extremo de la plaza del Gesù Nuovo. De hecho, el campanario de Santa Clara marca la entrada a la plaza monumental, en cuyo centro se yergue un obelisco. La iglesia del Gesù Nuovo ocupa uno de los laterales. Su fachada tiene un alhomadillado inconfundible y es uno de los mayores templos en Nápoles. El interior es una muestra del barroco de la ciudad.
No muy lejos de la plaza, subiendo por la vía Benedetto Croce hasta la plaza San Domenico Maggiore, se encuentra la pastelería Scaturchio, donde os recomendamos probar la pastiera. Se trata de una tarta de queso ricotta y trigo, típica de Pascua, pero que aquí se prepara todo el año. Si vais a consumir en el local, en la barra es mucho más barato que en terraza, como en todas las cafeterías italianas.
La devoción por Maradona
Maradona jugó con el Nápoles durante siete años de su carrera. Desde su aterrizaje en el club, sus conexiones con la mafia napolitana fueron una constante, y en términos futbolísticos logró subir a un equipo de capa caída a lo más alto de las liga italiana y europea. Tanto es así que se generó una admiración casi mística por el jugador, un aura que perdura todavía en los rincones más recónditos de la urbe. Maradona está en el arte callejero, el las capillas que uno se encuentra por la calle, entre las figuras de belén de la vía de Gregorio Armeno…
E incluso en el Bar Nilo, santuario del futbolista, donde tiene un altar e incluso pelo supuestamente del futbolista, que se conserva cuál reliquia. Un lugar muy curioso para tomarse un café con leche, requisito mínimo para entrar y ver el escenario.
Vía de Gregorio Armeno
Cambio absoluto de aires, del fútbol al espíritu navideño. Hay lugares donde siempre se respira una parte de la Navidad y la vía de Gregorio Armeno en Nápoles es uno de ellos. En particular, en esta calle se encuentran muchísimas tiendas de figuras y artesanías para decorar el belén.
Las hay más clásicas, pero encontraréis también decoraciones que emulan negocios puramente napolitanos (incluyendo pizzerías y puestos de mercado con sus embutidos y mozarellas) y también figuras de actualidad.
Duomo di Napoli
El duomo de Santa María Asunta es la catedral de Nápoles. Su fachada neogótica es el préambulo de un interior principalmente barroco. En su capilla del Tesoro se guarda la reliquia de la sangre de San Gennaro. La historia ya nos la contaron ayer en las catacumbas de San Gennaro en el Rione Sanità, donde fue enterrado el santo antes de ser trasladado a la catedral.
Todos los 19 de septiembre, aniversario de la muerte del santo, la sangre que se conserva seca en el relicario se vuelve líquida, una mezcla de truco alquímico y milagro de la fe que se repite el 16 de diciembre y el primer fin de semana de mayo, y por el que los napolitanos demuestran gran devoción.
La única mozarella que hemos comido en la vida
No podemos irnos de Nápoles sin probar la mozarella fresca. Hay que elegir bien el sitio, ya que la mozarella realmente fresca debe ser lechosa al corte. Nosotros acertamos 100% en Rafele O’Lattaro. Además, fue como una señal encontrar el lugar abierto. Habíamos pasado por la mañana y nos habíamos llevado una tremenda decepción de ver en el horario en la puerta que tenía cerrado los martes. Por suerte, a mediodía, mientras buscábamos una alternativa, volvimos a pasar y ¡estaba abierto!
El local vende todo tipo de quesos y embutidos de la región. Es principalmente una tienda, pero tiene espacio para varias mesas. Pedimos una caprese (no cometáis el error de llamarla ensalada porque el nivel de indignación del señor a que llamase ensalada a una mozarella con tomate fue tenso…) y una tabla de embutidos y otros quesos (podéis elegir del mostrador) con pan artesanal. Además, se sirve vino cultivado en la tierra volcánica del Vesuvio, y cervezas artesanales de la región.
Con el primer bocado descubrimos que no habíamos comido una mozarella de verdad en la vida y a la vez casi lloramos de saber que no íbamos a volver a comer más que un sucedáneo que la imita pobremente durante muuucho tiempo.
Metro, bus y aeropuerto de Nápoles
Después de comer, nos dirigimos una última vez al Quartiere Spagnolo, tomamos un último café al banco en el Gambrinus en la piazza del Plebiscito y, finalmente, ya es hora de recoger nuestras cosas y dirigirnos al aeropuerto. Cogemos el metro para darnos más prisa y de paso ver la moderna la estación de Toledo. Muchas de las paradas de la línea 1 están decoradas, pero esta es digna de ver como atractivo turístico por sí sola.
Llegados a Garibaldi, recogemos las maletas en nuestro alojamiento y nos disponemos a coger el bus al aeropuerto. Se ve que el anterior ha salido justo antes que llegáramos y nos toca esperar casi media hora. Con los nervios, creemos respirar aliviados cuando llegamos a la terminal y los carteles ponen que hay tan solo 5 minutos de espera en el control, que finalmente se convierten en 1h15… ¿El motivo? Una sola fila para pasar por una máquina desinfectante y solo 2 líneas de control de equipaje. Por suerte, llegamos a la puerta de embarque sin aliento, a la hora de cierre, pero ni tan solo habían abierto todavía. ¡Las 2h de antelación nos han venido justísimas!
En fin, podemos sonreír tranquilos, recuperar el aire y empezar a asimilar que este viaje extraordinario a Italia en las circunstancias de pandemia va a ser irrepetible. Aun así, que el virus no nos quite las ganas de soñar en futuros destinos.
En resumen:
Roma, Nápoles y Pompeya en 10 días
Seguro de viaje
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