Día 7: Nápoles – Piazza del Plebiscito, castillos, Quartiere Spagnolo, Vomero

Llegamos a Nápoles en tren regional desde Roma a las 19h30. Los trayectos duran unas 2h30 y cuestan sobre 15€. Con las restricciones del virus era conveniente reservar con antelación, pues los trenes iban al 50% de capacidad, así que nada de improvisar. De hecho, nosotros tuvimos que hacer malabares para encontrar un tren con disponibilidad en el horario que queríamos.
Alojamiento en Nápoles
Nápoles es una ciudad ruidosa, caótica y conocida por la inseguridad de algunas de sus zonas. A pesar de que la zona de la estación no tiene muy buena fama, la plaza Garibaldi y sus inmediaciones son relativamente tranquilas. Además, es la zona más económica. Si podéis escoged un alojamiento aquí, pero no en las calles más alejadas de la zona de la estación. Nosotros nos quedamos en la misma plaza, en el B&B Il Golfo por 38€ por noche en habitación doble con baño y desayuno. A pesar de estar en Garibaldi, las ventanas de las habitaciones daban a una calle trasera así que no había bullicio y, además, se veía la isla de Capri desde el balcón. ¡De lujo!
Igualmente podéis elegir alojamiento en las callejuelas del centro histórico, donde también hay buenas ofertas aunque ya en un rango de precio más alto. Esta zona es conveniente para las visitas turísticas y, de noche, simplemente hay que tomar precauciones contra ladrones y carteristas (como en cualquier lugar del mundo, pero un poco más, vaya).
Pizzeria Da Michele
La noche que llegamos a Nápoles no pudimos resistirnos a cenar en la famosísima pizzería Da Michele, ya que estaba a apenas 10 minutos andando del alojamiento. Nuestra sorpresa fue cuando llegamos al restaurante y encontramos una cola kilométrica, ¡como si no hubiera Covid! Cambio de planes: pero no íbamos a renunciar a probar las pizzas. Pedimos para llevar y, aunque tuvimos que esperar media hora fuera, por lo menos podíamos estar alejados de la aglomeración.
En Da Michele apenas tienen cuatro tipos de pizza. Pedimos una margarita y una marinara (las otras dos son variaciones de éstas) a 5€ cada una y nos las comimos en la habitación (que tenía mesa, sillas y todo). Están buenas y son inmensas (acabé con lo que llamo un embarazo de pizza, hahaha), pero una vez que hayas probado estas ya puedes pedir en cualquier lado de Nápoles porque la pizza napolitana está increíble y hay sitios donde las hacen mejores, como en la pizzeria di Matteo, donde cenamos la última noche.
Arte Card
Después de una noche de descanso y de digestión de pizza, estamos preparados para patear Nápoles entera. Nuestra primera misión, sin embargo, es hacernos con la Arte Card.
Hay puntos de venta en el aeropuerto, la estación de tren y diversas oficinas de turismo y agencias de tours.
Así como en muchos lugares para sacarle provecho a una tarjeta turística tienes que visitar muchas atracciones, en Nápoles visitando tan solo Pompeya y Ercolano ya le sacas provecho. Hay dos tarjetas interesantes: la Arte Card de 3 días (incluye 3 entradas, descuentos en las siguientes y acceso al transporte público y la Circumvesuviana, que rodea el Vesuvio hasta Sorrento pasando por Pompeya) y la Arte Card de 7 días (incluye 5 entradas y descuentos). Cuando nosotros fuimos se habían agotado las de 3 días, así que cogimos las de una semana por 34€ la unidad.
Os echamos unas cuentas para que veáis que compensa:
- Entrada a Pompeya: 17,5€
- Entrada a Ercolano: 14,5€
- Entradas a las catacumbas de San Gennaro y San Gaudioso: 9€
- Entrada a Oplontis: 8€
- Entrada a la Galería Borbónica: 10€ (nosotros en realidad queríamos ir a la Napoli Sotteranea, pero las entradas estaban agotadas hasta el mes siguiente)
- Descuento al convento de Santa Clara: 4,5€ en lugar de 6€ (ahorro de 1,5€)
- Descuento a la capilla de San Severo: 6€ en lugar de 8€ (ahorro de 2€)
El total de lo que nos ahorramos en estas atracciones asciende a 73€, así que comparados con los 34€ de la Arte Card (+10,5€ que pagamos en entradas reducidas) sale a cuenta. La de 3 días vale 32€ y también vale la pena, más aún si tenemos en cuenta que entra el transporte público y los trayectos de la Circumvesuviana.
El procedimiento para reservar con la tarjeta es sencillo: a través de las webs de las atracciones hay que pedir entradas gratuitas (aunque sean para niños). Luego, en teoría, en el momento de acceder os pediran la Arte Card, aunque a veces a nosotros ni nos la pidieron.
Ahora sí, recorrido del día
Nuestra idea es pasar el día en los alrededores del Quartiere Spagnolo y la Plaza del Plebiscito. Sin embargo, para llegar a esta zona a pie vamos a pasar por el centro histórico y vamos a parar en la Capilla de San Severo, ya que cierra lunes y martes y es el único día que nos cabe en el itinerario.
Capilla de San Severo
La entrada al recinto cuesta 8€ (6€ con la Arte Card), lo cual es un precio alto por las dimensiones de la capilla y el museo. A pesar del abuso económico, nos gustó mucho. En el interior de la capilla hay tres esculturas que demuestran el increíble talento de los artistas que las esculpieron.
La primera es el Cristo Velado de Giuseppe Sanmartino, un Cristo tapado por una sábana en la que casi se adivinan transparencias en el mármol. El sudario está tan adherido al cuerpo que incluso se distinguen las heridas de la crucifixión. La segunda es La Modestia de Antonio Corradini, también velada y dedicada a la madre de Raimondo di Sangro, príncipe de Sansevero, quien comisionó la reforma y decoración de la capilla. La última es El Desengaño, de Francesco Queirolo. Esta última no destaca por sus transparencias, sino por el minucioso trabajo de representar una red de pesca, con sus pliegues y nudos, en mármol. Personalmente, mi favorita de las tres. Me la habría llevado a casa para seguir mirándola. Buscadla en Google, que no se pueden tomar fotografías.
En la planta inferior tan solo hay una pequeña sala que exhibe las llamadas «máquinas anatómicas». Raimondo di Sangro era un personaje peculiar del siglo XVIII: noble, inventor, científico y alquimista. Además de mandar la reconstrucción de la capilla, era un ávido coleccionista y estas dos piezas le vienen a su personaje como anillo al dedo. Se trata de dos reproducciones del sistema circulatorio de un hombre y una mujer (esta última, embarazada, pero se supone que el feto ha desaparecido). La leyenda negra cuenta que se trata de dos sistemas reales embalsamados, pero la realidad es que son reproducciones en cera hechas por un médico de la época, cuyo conocimiento anatómico aun así impresiona.
Mercato Pignasecca
Salimos de la capilla de Sansevero y continuamos nuestro recorrido hacia el Quartiere Spagnolo. De camino, paramos en el mercado Pignasecca, un mercado de productos frescos al aire libre donde hay desde fruterías hasta pescaderías.
Quartiere Spagnolo
Del mercado proseguimos adentrandonos en el Quartiere Spagnolo. Este barrio es una cuadrícula de 18×12 calles estrechas en las que viven 14.000 personas (¿os imagináis?), motocicletas como principal medio de transporte y ropa tendida de balcón a balcón. Callejear por aquí es sumergirse en la esencia napolitana.
Algunas calles son turísticas y hay bares, restaurantes y tiendas, otras son más residenciales y no conviene deambular por la zona de noche.
Castel Nuovo
Siguiente punto del recorrido, el Castel Nuovo, a orillas del mar. Data del siglo XIII a pesar de su nombre y su denominación se debe a que se construyó más tarde que el Castell dell’Ovo, que visitaremos por la tarde. Se puede entrar a la fortaleza con la Arte Card o por 6€. En su interior hay un museo cívico, que nosotros no visitamos.
Piazza del Plebiscito
Desde el Castel Nuovo seguimos por la Via San Carlo y pasamos por la Galería Umberto I, una galería comercial de finales del siglo XIX. La fachada del teatro di San Carlo, totalmente andamiada queda justo al frente.
Continuamos ahora hasta la plaza del Plebiscito. Esta gran explanada peatonal está circundada por el Palacio Real y la basílica pontificia de San Francisco da Paola. Es común que en la plaza se desarrollen mítines y manifestaciones, pero también conciertos y espectáculos.
Entre la plaza y la galería se encuentra el Caffè Gambrinus. Se trata de una cafetería histórica, lugar de reunión de bohemios, artistas y filósofos a finales del siglo XIX y principios del XX. Los cafés al banco (en barra) tienen prácticamente los mismos precios que en cualquier otro local, pero si se sirven en la mesa, algunos productos llegan a triplicar y cuadriplicar ese precio. Así que a no ser que os queráis dar un capricho, de pie en la barra podréis degustar de un café en un lugar de lujo sin pagar de más.
Osteria della Mattonella
Llega la hora de comer y vamos a este pequeño local del Quartiere Spagnolo con mesas de madera, azulejos y una diminuta cocina donde sirven platos tradicionales napolitanos cocinados por una verdadera mamma. Pedimos de entrante mozarella frita, berenjena también frita y una croqueta de patata. Como primer plato, pasta e patate con provola, un plato caldoso que estaba buenísimo. De principal, pedimos polpette (albóndigas) y salsiccia arrostita (¡esto está espectacular!). Acompañado con vino de la casa y 2€ por cubierto, nos salió la cuenta por 31€.
Galería Borbónica
Siguiente punto del recorrido, la Galería Borbónica. Tenemos hora reservada a las 15h00 para realizar el tour, que solo se lleva a cabo de viernes a domingo. Cada dos horas hay un turno. Nosotros queríamos ir a Napoli Sotterranea pero las entradas estaban agotadas a un mes vista, así que fue imposible. Fuimos a la Galería Borbónica porque entraba con la Arte Card. Si hubiéramos tenido que pagar, habría sido decepcionante.
La entrada es un poco difícil de encontrar si no sabes que se encuentra en un aparcamiento subterráneo (Parcheggio Morelli) que, por cierto, ha ganado un premio al aparcamiento más bello del mundo (de verdad, eh, ¡que hay premios para todo!).
La galería es un túnel que une el Palacio Real con el puerto, construido por los Borbones en el siglo XIX. Lo vendieron como un pasadizo más directo entre el pueblo y la ciudad para mercaderes y soldados, pero en realidad era una vía de escape perfecta para la realeza en caso de ser atacados. Está construida entre las antiguas cisternas de los palacios (que pueden verse actualmente), así que fue una obra de gran magnitud y dificultad. Más tarde, la galería se convirtió en prisión, refugio antiaéreo en la Segunda Guerra Mundial y depósito de coches, antes de ser abandonada. En 2005 se redescubrió y entró en un proceso de recuperación hasta que en 2010 se abrió al público.
Vomero y castel Sant’Elmo
Salimos de la Galería dispuestos a subir a la colina del Vomero para obtener vistas a toda la ciudad y al volcán Vesuvio. Nosotros subimos a pie y en verano no lo recomendamos. A medio camino estábamos exhaustos y nuestras piernas ya no daban más de sí. En los siguientes días estuvimos invocando el poder del Vomero cuando las fuerzas nos fallaban (como bajo el sol de mediodía en Pompeya). Lo peor es cuando luego descubres que se puede subir en teleférico y cuesta solo 1€.
Arriba se llega al castel Sant’Elmo, desde donde se obtienen vistas panorámicas a todo Nápoles, con la temible silueta del Vesuvio de fondo. Se puede entrar al museo del castillo o solo a la zona de mirador por precios distintos, pero desde bajo el castillo no se ve mucho peor.
Paseo marítimo y Castel dell’Ovo
Bajar del Vomero es mucho, mucho más fácil. Volvemos a la Piazza del Plebiscito y, desde allí, paseamos por el paseo marítimo viendo el atardecer. Las vistas al mar, al Castel dell’Ovo y el volcán son un imperdible. Sobre el nombre del castillo en particular, se debe según la leyenda a que el poeta Virgilio guardaba allí un huevo mágico, cuya rotura significaría la caída de la fortaleza y una serie de calamidades que azotarían la ciudad. En realidad, se ve que originalmente el castillo tenía forma ovalada.
Antica Frigittoria La Masardona
Cae el sol y aunque todavía es temprano, decidimos cenar por aquí y así volver tranquilamente a pie por el centro sin que sea muy tarde. Hemos gozado de una comida tradicional y la cena no va a ser para menos, ya que probaremos otra de las especialidades más conocidas de Nápoles: la pizza frita. Se ve que después de la guerra y en tiempos de precariedad era mucho más fácil freír la pizza que mantener un horno, así que la gente empezó a freír pizzas en forma de calzone y a comercializarlas, con un resultado sorprendentemente bueno.
La Masardona es un restaurante que data del 1945 y tiene varias sucursales en la ciudad. Los camareros son bastante antipáticos, pero el sabor de las pizzas y los precios son inmejorables. Pedimos dos pizzas fritas grandes y cerveza y nos costó 21€. Las mejores son las que llevan queso. Pedimos una de bacalao y fue normalilla, pero la de queso fue espectacular. Otra recomendación sería que en lugar de pedir dos pizzas grandes, pidáis 3 o 4 pequeñas, para probar más variedad y sin mucha diferencia en el precio.
Con un segundo embarazo de pizza sumado al de ayer de la pizzeria Da Michele (ahora espero mellizos), nos vamos rodando al alojamiento. Mañana nos toca ir a Pompeya y no podemos estar más ilusionados.