Día 2: Lima – El mercado de Surquillo, el centro histórico y el barrio bohemio de Barranco

Suena el despertador para nuestro primer día entero en Lima. Si ayer visitamos la Huaca Pucllana en el barrio de Miraflores y nos dimos un baño de historia y arte en el Museo Larco, hoy nos esperan los edificios y monumentos históricos de los alrededores de la Plaza de Armas de Lima, el adyacente barrio chino y el distrito bohemio de Barranco: un día variopinto que sí o sí tiene que empezar con un buen desayuno.
Mercado de Surquillo
Para cargar pilas para un día largo una de las mejores opciones en cualquier ciudad del Perú es acercarse al mercado. En el caso de Lima, a unos 10 minutos del Óvalo de Miraflores está el mercado de Surquillo. Desde nuestro alojamiento tardamos unos 25 minutos y son las 8h30 de la mañana cuando llegamos. El lugar tiene mala pinta, no os vamos a engañar. La calle justo enfrente del mercado está muy sucia y el edificio tiene un aspecto casi deplorable y se nota que hemos cambiado de barrio y hemos dejado atrás Miraflores aunque sea por unas calles.

Sin embargo, el mercado congrega un montón de puestos de productos frescos, especialmente frutas, verduras, carne y pescados. Los puestos en los que sirven ceviche y platos preparados todavía están cerrados a esta hora, pero son de los lugares más baratos en los que comer platos típicos en Lima, además elaborados con productos frescos. Lo que sí está abierto son los puestos de jugos. Elegimos uno al azar y pedimos un jugo de lúcuma por 8 soles (unos 2€). Solo pedimos uno porque la cantidad que sirven es ingente. Nos dan primero un vaso enorme y pensamos que ya es suficiente, ¡pero es que cuando te lo terminas te lo vuelven a rellenar con el resto del jugo!
A continuación, salimos del mercado y paseamos por uno de sus costados en los que hay montado un pequeño mercado exterior con puestos de productos ecológicos, puestos de flores y señoras vendiendo tamales.

También hay una zona de comida preparada. Son las 9 y poco de la mañana, pero no podemos resistirnos a probar el ají de gallina (un plato oriundo del Perú que consiste en una crema espesa con ají amarillo con gallina deshilachada) de uno de los puestos del mercado, que junto a un café que viene en tamaño industrial, nos cuesta 13,5 soles (unos 3,5€).
El centro histórico de Lima
Justo al lado del mercado, bajando unas escaleras junto al puente que une Surquillo con Miraflores, está la estación Ricardo Palma de Metropolitano. Lima no dispone de metro ni de un servicio de autobuses públicos ejemplar, como pudimos comprobar ayer con la agobiante cantidad de combis y buses de compañías distintas. Lo más cercano que tienen a un sistema de transporte ordenado es el Metropolitano, un carril habilitado exclusivamente para buses de línea que unen diversos puntos de la ciudad de norte a sur. Para usar el Metropolitano hay que hacerse con una tarjeta que cuesta 4,5 soles y cargarla con un mínimo de 5 soles. Pero, si como nosotros solo vais a realizar dos o tres trayectos en el Metropolitano, lo más fácil es pagarle el costo de un trayecto (2,5 soles) a alguien que haga una recarga y que os pase la tarjeta por la máquina. No nos lo hemos inventado nosotros, así nos lo indicó el guarda de la estación como la manera más sencilla de viajar si íbamos a estar solo uno o dos días.

Bajamos en la estación Jirón de la Unión, la más cercana al centro histórico. Desde allí, nuestra primera parada es la plaza San Martín, dedicada a José de San Martín, el libertador que lideró el país hacia la independencia de los españoles. Este se encuentra representado en la estatua ecuestre del monumento central de la plaza.

Sin duda lo más curioso de la plaza es la figura con un casco adornado con una llama, justo debajo de la estatua ecuestre.

Alrededor de la plaza hay varios edificios singulares, entre los que se encuentran el teatro Colón, cuyo uso fue abandonado en el año 2000, o el monumental Gran Hotel Bolívar, uno de los lugares más recomendados para probar el pisco sour, la bebida alcohólica más famosa del Perú, aunque nosotros no lo probamos aquí.

En una calle que da a la plaza encontramos el cambio de moneda a 3,77 soles por cada euro y, al ser la cuota ligeramente superior a la que encontramos ayer, decidimos cambiar aquí el dinero que no cambiamos en Miraflores. Subimos por Jirón de la Unión hacia la Plaza Mayor (o Plaza de Armas) de Lima, el lugar que los españoles marcaron como centro de la fundación de la ciudad. Es por ello que a su alrededor se encuentran ubicados una gran cantidad de edificios históricos que datan de los primeros años de la colonización.

El amarillo de las fachadas con sus balcones de madera maciza destaca en los laterales de la plaza, pero el edificio más importante es sin lugar a dudas la catedral, aunque quizás es más bonita por fuera que por dentro, ya que su interior es bastante sobrio a pesar de sus grandes dimensiones.

Del interior, destacaría la sillería así como también la capilla donde se encuentra enterrado Francisco Pizarro, personaje controvertido en Perú como colonizador. La entrada al templo es gratuita.

Pegado a la catedral se encuentra el Palacio Arzobispal, de estilo colonial barroco, con dos magníficos balcones de cedro.

Por último, en el lateral norte de la Plaza se encuentra el Palacio de Gobierno, la residencia oficial del presidente de Perú.

Cada día a mediodía tiene lugar el cambio de guardia frente al palacio, pero nosotros prescindimos de verlo y seguimos nuestra ruta por un lateral del palacio presidencial hasta la Casa de la Literatura, justo enfrente del Bar Cordano, un café mítico de Lima que no tuvimos la oportunidad de probar.

El ingreso a la Casa de la Literatura es gratis y muchos turistas desconocen su existencia. Es una visita breve y recomendable. Para empezar, enfrente de la entrada hay una escalera que desciende a la biblioteca Mario Vargas Llosa, primer peruano que cuenta con un premio Nobel de Literatura. Destaca el colorido vitral en el techo de cuando el edificio era una estación de ferrocarril. En las plantas superiores hay varias salas de exposición. Hay algunas dedicadas a la historia cultural de Lima, a escritores peruanos o incluso otras dedicadas a la revitalización de las lenguas nativas del país, principalmente el quechua y el aymara.

Tras esta visita, pensamos ir al Convento de los Descalzos al otro lado del río pero al preguntar cuál es la manera más corta para llegar a un vendedor ambulante éste nos indica amablemente pero luego nos advierte que nos andemos con muchísimo cuidado en el Rímac. Y una cosa es que hayamos leído toda clase de horrores sobre la criminalidad en Lima, pero otra es que nos lo diga una persona normal y corriente que vende dulces en la calle, así que desistimos de la visita porque no nos apetece tomar un taxi hasta la puerta del convento y volver. En una colina en el Rímac hay lo que los peruanos llaman «pueblos jóvenes» o «invasiones», un asentamiento precario e insalubre de gente que migra a las ciudades en busca de oportunidades. La reconoceréis por sus coloridas casas, similares a las favelas brasileñas, que se aprecian sobre el cerro de San Cristóbal desde el otro lado del río). Aunque la zona del convento que íbamos a visitar no se considera especialmente peligrosa, sí es muy cercana a los asentamientos y, por lo tanto, hay que ser precavido y no tomar riesgos innecesarios.

Nuestro cambio de plan nos lleva directos a la Basílica y Convento de San Francisco. Al llegar nos sorprende que la explanada al frente del edificio esté tan llena de vida, incluso con un pequeño mercadillo, lo cual demuestra la importancia otorgada a la religión en el país. El coste de la entrada a este conjunto religioso barroco es de 15 soles por persona y únicamente se pueden realizar visitas guiadas, lo que no permite pararse detenidamente en cada lugar. De hecho, aunque nos gustó la visita y la consideramos una de las imprescindibles en Lima, nos pareció demasiado apresurada.

Sin restarle importancia al bonito claustro, a la sillería del coro o a la cantidad de obras de arte que albergan las distintas salas del convento (entre las cuales destaca un cuadro de la última cena en el que los apóstoles comparten un plato de cuy, un conejillo de Índias que es una comida típica del Perú), lo más impresionante del recinto son sin duda las catacumbas.
Las catacumbas fueron el cementerio más importante de Lima en la época colonial y hoy en día sus pasillos y salas exhiben una gran cantidad de huesos y calaveras.

Seguidamente, seguimos nuestra ruta hacia el convento de Santo Domingo. Aquí la entrada es de 10 soles por persona y las visitas son libres, con la excepción de la torre del campanario, a la que solo se puede acceder con guía. Damos un paseo por los claustros y las distintas salas del convento, entre las que destaca la biblioteca. No hicimos fotos bonitas de esta última sala porque estaba muy a oscuras, pero vale la pena echar un vistazo al nivel de detalle del techo de la sala.

Finalmente, tenemos la suerte de terminar nuestra visita particular a la vez que una visita guiada está a punto de subir al campanario y le preguntamos a la guía si podemos unirnos a ella para acabar la visita. Subimos al coro alto primero, donde el suelo cruje un montón y nos avisan de por donde tenemos que andar porque por lo visto no es muy seguro (miedito, no, lo siguiente). Desde aquí, accedemos a la torre del campanario. Los escalones para llegar al primer nivel están bastante bien, pero a partir de allí no nos vemos con cuerpo para seguir subiendo, ya que está muy inclinado, la madera cruje, no hay muchas medidas de seguridad que digamos, y ni siquiera la guía sube. Así que decidimos quedarnos y disfrutar de las vistas desde allí. Algunos de los demás subieron y por lo que nos contaron las vistas desde arriba son geniales, pero decidimos no comprobarlo con nuestros propios ojos.
La iglesia dominica alberga los restos mortales de San Martín de Porres y Santa Rosa de Lima y es principalmente por ello que es uno de los templos más venerados en la capital. Sin embargo, si vais con el tiempo justo recomendaríamos visitar el convento y la basílica de San Francisco antes que Santo Domingo.
Empezamos a tener hambre pero como nos queda un rato de andar hasta el barrio chino, donde pretendemos comer hoy, decidimos empezar por el postre. A orillas del río Rímac está la alameda de Chabuca Granda, un lugar donde cada día hay puestos callejeros principalmente de dulces, ideal para probar la mazamorra morada, un postre típico peruano a base de maíz morado. Nosotros pedimos un triple que consiste en mazamorra, arroz con leche y arroz con panela por 3 soles para compartir (menos de 1€). La ración es gigante y con este descansito ya estamos listos para dirigirnos hacia el barrio chino.

Antes de llegar, vamos parando en varios edificios emblemáticos del casco antiguo, abiertos al público con exposiciones gratuitas. Por ejemplo, paramos en la Casa O’Higgins, una casa virreinal, donde nos encontramos con una exposición de trajes típicos de la región de Huanuco.

También nos metemos en el patio del fastuoso palacio Torre Tagle, de estilo barroco, y hoy en día sede del Ministerio de Exteriores del Perú. Hay seguridad en el exterior y a priori parece que no se puede pasar, pero la entrada es libre.

Finalmente y también por casualidad, nos encontramos abierto el Centro Cultural Inca Garcilaso, donde hay una muestra de los tradicionales y coloridos retablos peruanos. Algunos de ellos representan escenas religiosas mientras que otros están dedicados a la vida diaria, las tradiciones, las fiestas o la historia del Perú.

El barrio chino
Finalmente, llegamos a la calle Capón, arteria principal del barrio chino de Lima. Perú es el séptimo país del mundo con mayor número de población de origen chino, el primero en Sudamérica, de ahí la importancia y las dimensiones del barrio chino de la capital. El arco o puerta de estilo chino marca la entrada a la zona más turística del barrio, repleto de tiendas y restaurantes asiáticos.

Los chifas más baratas, como llaman a los restaurantes chinos en Perú, se encuentran en la calle antes de llegar al arco y ofrecen menús por entre 10 y 15 soles (entre 2,5 y 4€). Sin embargo, uno de los mejores restaurantes en cantidad y calidad es el chifa Chun Koc Sen, que se encuentra en Jirón Paruro, una calle muy cercana al barullo turístico. Es bien conocido que los restaurantes chinos adaptan los sabores al paladar del país en el que están. Los chifas se congratulan de ofrecer combinaciones de sabores únicos y nosotros les damos la razón.
A pesar de que llegamos a las 15h, hay algo de cola, pero en menos de 10 minutos nos sentamos y el servicio es rapidísimo. Pedimos un menú normal por 18 soles y uno ejecutivo por 25 (la diferencia es la variedad de platos a escoger) y comimos hasta reventar, sin exagerar. A mí me flipó especialmente el pollo con salsa tamarindo. Pagamos 43 soles en total con la bebida incluida (unos 11€).

Barranco
Después de todo el día recorriendo el centro histórico, es hora de cambiar de aires y dirigirnos ya hacia el barrio de Barranco. Son las 16h y sobre las 17h ya casi se pone el sol en el invierno limeño. Volvemos a la estación del Metropolitano y repetimos el mismo proceso de esta mañana, pidiéndole a alguien que nos pase la tarjeta a cambio de una recarga de 5 soles. Esta vez nos bajamos en la estación Bulevar, a escasos pasos del icónico puente de los Suspiros. El camino de la estación hasta el puente está lleno de bares de moda y se empieza a respirar el aire bohemio de Barranco.
El puente de los Suspiros no tiene nada de espectacular, pero se considera uno de los puntos más románticos de Lima. De hecho, hay quien dice que si se cruza el puente entero sin respirar, se tendrá buena suerte en el amor (es difícil porque además de largo hay que ir esquivando a la gente. Desde la otra orilla del puente hay carteles que señalan hacia miradores a los acantilados de Lima frente al mar. Sin embargo, no vale demasiado la pena, ya que cualquier paseo por el Circuito de Playas ofrece mejores vistas.

Justo debajo del puente pasa la Bajada de los Baños, una calle en pendiente donde se congregan puestos de mercado con cuadros, bisutería y artesanías y donde se pueden ver algunas muestras del arte urbano de Barranco, especialmente en el pasaje de Oraya. Otro lugar imprescindible para ver graffiti es la subida hacia la avenida San Martín, donde encontramos un puente con las letras pintadas «Equilibrio» y en cuyo interior encontramos representadas montones de figuras de personas de toda clase bajo un cielo estrellado.
Regreso a Miraflores
Después de nuestro paseo en Barranco, regresamos a la estación del metropolitano y, esta vez, hacemos un recorrido más corto hasta la estación Ricardo Palma, donde lo hemos cogido por primera vez esta mañana. Camino al alojamiento paramos en la Casa del Ceviche a cenar. El ceviche es un plato típico peruano a base de pescado marinado con lima y cilantro. Lo sirven normalmente con choclo (maíz), camote (boniato) y cebolla morada. La verdad es que me gustó porque le tenía unas ganas locas al ceviche desde la última vez que comí uno de verdad cuando vivía en Miami, pero los hay mejores. Los precios están muy bien por ser Miraflores y un plato de ceviche mixto (marisco y pescado) y dos cervezas cusqueñas nos salieron por 42 soles (unos 11€).

Y tras esta cena, ya es hora de ir a acostarnos, ¡mañana dejamos Lima rumbo a la Reserva Nacional de Paracas bien temprano!
En resumen:
Itinerario de 16 días en Perú
¡No viajes sin seguro!
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