Llegamos ayer por la tarde de nuestros dos días en Belfast. Las conexiones entre las dos ciudades son excelentes. La más rápida es sin duda coger el Aircoach que sale de la calle lateral del Europa Hotel en Belfast (Glengall Street) y conecta con el aeropuerto de Dublín y O’Connell Street, en el centro de la capital de la República Irlandesa. Los billetes pueden comprarse en línea y cuestan 10€. El trayecto dura poco más de 2h.
No hay una frontera como tal entre Irlanda del Norte, perteneciente al Reino Unido, y la República de Irlanda, con lo que realmente si no fuera por el cambio de las señales de millas a kilómetros no nos habríamos dado cuenta de que habíamos cambiado de país. A nuestra llegada fuimos directos al alojamiento y luego a cenar y dar una vuelta por la animada zona de Temple Bar, pero como regresamos al día siguiente, os contamos nuestras impresiones del barrio que despierta de noche en esta entrada.
Dónde alojarse
Dublín, e Irlanda en general, no es un destino barato. Por ello, nos decantamos por alojarnos en el Egali Hostel, que tenía muy buena oferta en dormitorios y, además, está en una calle adyacente a O’Connell Street, a unos 15 minutos andando de Temple Bar. Resultó ser un acierto: buen desayuno, cocina equipada, espacios comunes amplios, habitaciones y baños impolutos. El personal, genial. Incluso nos prepararon unos sándwiches el día que nos fuimos porque era demasiado temprano para el desayuno. Pagamos 54 euros por persona por tres noches.
Primer día en Dublín
Nuestro primer día en Dublín fue de lo más completo y, sin embargo, estuvo lloviendo prácticamente todo el día. De hecho, al cabo de unos días conversando con irlandeses nos comentaron que había sido el peor día de verano que habían tenido en años. En plan que sí, que llueve cada dos días, pero no así ni durante tantas horas seguidas. De todas maneras, no hubo lluvia que nos parara y provistos del impermeable salimos a descubrir Dublín. Veréis que dedicamos gran parte del día visitando interiores y quizás prefiráis combinarlo más con exteriores en un día más clemente. ¡Empezamos!
Trinity College
Nuestra primera parada del día fue en el Trinity College. Elegimos empezar por aquí por una sencilla razón: las colas que se forman para visitar la Biblioteca y el renombrado Libro de Kells, un precioso manuscrito ilustrado que data de principios del siglo IX. Las entradas pueden comprarse de forma anticipada online y son más baratas a primera hora de la mañana o justo antes del cierre. En todo caso, los precios están entre 10 y 13€. Con entrada online, entraréis casi de inmediato a la hora reservada. En caso contrario, calculad que tendréis que esperar un tiempo en la cola, a nos ser que vayáis muy temprano. Aquí tenéis la cola a primera hora (la gente se acumula antes de la apertura):
La visita empieza con una exposición sobre los primeros manuscritos que se encontraron en Irlanda, textos cristianos que se encontraron en monasterios de la isla. El más famoso por la belleza y la conservación de sus ilustraciones es sin duda el Libro de Kells. El Libro de Kells no es uno sino cuatro, en realidad, correspondientes a los cuatro evangelios del Nuevo Testamento. La exposición explica con todo lujo de detalles el proceso de preparación del material y de escritura a mano, así como la historia de los primeros monasterios establecidos en Irlanda.
A continuación, se pasa a una sala con una luz azul muy tenue en la que se exponen dos de los cuatro tomos del Libro de Kells abiertos para que los visitantes puedan observar de cerca y en directo todos los detalles de sus ilustraciones. Para asegurar su conservación, solo se cambian las páginas (y los tomos) cada dos meses durante el año y cada mes en verano) y no se pueden tomar fotografías.
Al salir de esta sala, se accede por unas escaleras a la Antigua Biblioteca del Trinity College. Impresionan las filas interminables de estanterías y libros antiguos y, sobretodo, la gran bóveda de madera sobre nuestras cabezas.
A cada lado de la biblioteca y delante de cada una de las estanterías hay un busto dedicado a pensadores y escritores ilustres, desde Platón o Shakespeare a Jonathan Swift, el extravagante autor de Los Viajes de Gulliver, que fue estudiante del Trinity en su época.
En el centro de la sala de la biblioteca, veréis una vitrina con un arpa de madera medieval extremadamente bonita y ricamente decorada. Se trata del modelo que sirve de símbolo nacional desde la independencia en 1922 y también el que sale en el logo de la cerveza Guinness.
Al salir de la Antigua Biblioteca, dedicamos un rato a pasear por los jardines del Trinity College hasta que vuelve a apretar la lluvia. Aún así, pudimos ver bien la Campanile, la torre que se encuentra justo enfrente de la entrada y sobre la que existe la superstición de que si un estudiante tiene la mala suerte de pasar por debajo de ella mientras suena la campana, nunca aprobará sus exámenes. Por si acaso, muchos estudiantes evitan pasar por allí debajo hasta el día que se gradúan.
Justo a la izquierda de la Campanile, y como curiosidad, hay una estatua de George Salmon, administrador académico del Trinity College de 1888 hasta su muerte en 1904 y firme opositor a la apertura de la universidad a las mujeres. De ahí a que muchos expliquen su expresión entre desaprobación, mala leche y disgusto como resultado de ver el éxito de tantas mujeres en esta histórica institución a día de hoy.
Merrion Square, Irish National Gallery, Saint Stephen’s Green
Ponemos rumbo a Merrion Square, donde damos un pequeño paseo y nos detenemos en la colorida estatua del irreverente y maestro de la ironía, Oscar Wilde, tumbado sobre una gran roca. Justo delante, encontramos dos columnas, una con una estatua de Constance Lloyd, esposa del novelista y dramaturgo, y la otra con un busto de Dioniso. Ambas columnas llevan escritas citas famosas del autor.
Sigue apretando la lluvia y aprovechamos para visitar la Irish National Gallery. La visita es gratuita y abre cada día de 9h15 a 17h30 en verano, excepto el domingo, que abre a las 11h. Exhibe pinturas de artistas europeos, irlandeses y británicos mayoritariamente, pero también obras de Goya, Velázquez y Picasso.
No obstante, lo que más nos gustó fue la sala dedicada a los vitrales pintados del irlandés Harry Clarke a principios del siglo XX.
Una vez fuera de la galería nacional, nos vamos a dar un paseo por Saint Stephen’s Green, un parque verde como Irlanda, ideal para relajarse y también para conocer un poco más sobre la ciudad. Y es que durante el Alzamiento de Pascua de 1916, los rebeldes irlandeses se atrincheraron en el parque de Saint Stephen’s Green para combatir las fuerzas británicas. Aquí tenemos un poco de suerte, ya que a pesar de la que sigue cayendo, la lluvia se vuelve mucho más fina y nos permite pasear con tranquilidad.
O’Donoghe
Nos encantaría adaptarnos a comer a la hora irlandesa, pero es que si lo hacemos se nos tira la mañana encima, así que ya son las 14h cuando nos disponemos a buscar el O’Donoghe, un pub muy auténtico, frecuentado por locales y turistas y donde suele haber música en vivo. Realmente la oferta de comida es barata pero no muy amplia: sopa del día, estofado irlandés (Irish stew, que a decir verdad fue muy superior en el Kelly’s Cellar de Belfast) y sándwiches. Eso sí, ambiente de pub auténtico, pintas de todo tipo y música irlandesa de fondo hacen del O’Donoghe una experiencia recomendable.
Grafton Street y Georges Street Arcade
Salimos a la intemperie y recorremos la calle más comercial de Dublín, Grafton Street, repleta de tiendas de marca y cadenas. Luego, nos desviamos un poco para pasar por George’s Street Arcade, un pasadizo cubierto que alberga un mercado que data de la época victoriana y donde las tiendas son más independientes, además de haber puestos de comida.
Castillo de Dublín y Biblioteca de Chester Beatty
Tras pasar por el mercado cubierto nos encontramos a escasos pasos del Castillo de Dublín, una fortaleza que hoy en día sirve para las recepciones estatales de la República de Irlanda. Y aunque por fuera no tiene apenas forma de castillo (a excepción de la Torre de la Pólvora), por dentro parece conservar sus aires palaciegos. La entrada cuesta 7€ y se pueden realizar visitas guiadas de 45 minutos.
Nosotros preferimos saltarnos la visita y, en su lugar, fuimos directos a visitar la Biblioteca de Chester Beatty, justo al lado del castillo.
Es gratuita, pero conviene revisar los horarios antes de ir, ya que varían bastante de invierno a verano o el día de la semana. La Biblioteca es, en realidad, un museo de libros: desde cómo se elaboraron en distintos materiales y culturas, pasando por el arte de la escritura y los volúmenes de coleccionista. Encontraréis desde papiros egipcios hasta primeras ediciones de Shakespeare, libros con tapas de jade, viñetas de la Revolución Francesa y mapamundis antiguos. En la planta superior del museo, hay una exhibición sobre las religiones y sus libros y objetos sagrados. Imprescindible para los bibliófilos.
Ayuntamiento de Dublín
Son muchos los bloggers y las guías de viaje que recomiendan echar un vistazo a la cúpula del ayuntamiento de Dublín por dentro. Esta muy cerca del Castillo de Dublín, por eso lo colocamos aquí, aunque nosotros no tuvimos la oportunidad de verla, ya que visitamos Dublín un domingo y un lunes festivo, con lo cual el edificio estaba cerrado al público.
Temple Bar
Nuestras impresiones de Temple Bar son de dos días distintos. Como os hemos comentado al principio de esta entrada, llegamos a Dublín desde Belfast un sábado por la tarde y cenamos y pasamos la velada en Temple Bar, y volvimos el domingo a cenar también. El ambiente de un sábado noche es de locura y aunque el domingo también estaba muy animado, no tenía punto de comparación con la fiebre etílica del día anterior.
Pero antes de entrar en el meollo de este barrio que no duerme, hacemos una parada en el río Liffey, que atraviesa la ciudad, y en concreto el Ha’penny Bridge, un puente peatonal que debe su nombre a que en sus inicios, se impuso un peaje de medio penique (half penny) para cruzarlo.
Temple Bar está repleto de pubs y locales de ocio nocturno que entran en ebullición a partir de las seis de la tarde. Las calles se llenan de turistas y despedidas de soltero, el griterío es constante y las pintas van y vienen. El local más conocido se llama como el barrio. El propietario de este pub, cuya fachada roja con flores es la estampa más conocida de esta zona de Dublín, decidió sacarle tajada a la fama del barrio poniéndole el mismo nombre al local. Y no falla: todos quieren hacerse una foto frente al pub. Aunque para beber, id a cualquier otro sitio. Vuestros bolsillos os lo agradecerán.
En Temple Bar hay también un montón de sitios donde comer, aunque os recomendamos que salgáis de la calle principal para evitar la zona más turística. Nosotros probamos dos locales. La primera noche fuimos a cenar a Pieman, un local diminuto donde sirven pies (empanadas) con acompañantes (típicamente puré, pero también podéis escoger ensalada de arroz o pasta, patatas, verdura, etc.) por 9€. El pie más famoso es el de estofado de ternera con cerveza Guinness.
No hay mucha oferta de cerveza en este pequeño local, así que nuestro consejo es que pidáis tap water (agua de grifo, ¡gratis!) y os toméis la cerveza luego en algún local de Temple Bar. El segundo lugar que probamos en el barrio, aunque un poco más alejado del bullicio, fue el restaurante de comida persa Zaytoon. No es el típico kebab: sirven pan de pita con diferentes tipos de carne deliciosamente marinados, además de ricos falafels. Los precios son aceptables, con la mayoría de platos entre 7 y 10 euros, aproximadamente.
O’Neills y la estatua de Molly Malone
Tras la cena del primer día nos vamos a tomar algo al O’Neills, un pub a tiro de piedra de Temple Bar y del Trinity College. Justo en la esquina, en la calle Suffolk, y sin buscarla a propósito, nos encontramos con la estatua de Molly Malone (de hecho esta es su ubicación provisional ya que está previsto devolverla a su localización original en Grafton Street a finales de 2017). Pescadera de día y rumoreada prostituta de noche, Molly Malone es protagonista de una las canciones irlandesas tradicionalesmás conocidas: «Crying Cockles and mussels! Alive, alive, oh!»
Entramos al O’Neills para tomar una pinta en nuestra primera noche en Dublín y nos vamos directos a la planta de arriba, ya que es donde cada noche ofrecen todo un espectáculo de música irlandesa tradicional, si tenéis suerte acompañado también de baile irlandés. Las noches de fin de semana el concierto empieza más tarde (sobre las 21h30-22h), mientras que el domingo y entre semana empieza algo más temprano (20h30-21h). El pub está bastante lleno al ser sábado, pero encontramos un rincón donde colocarnos y disfrutar de la fiesta. Aquí tenéis un breve vídeo del baile irlandés que se puede ver en el local.
Todo termina algo antes de medianoche y nos vamos a dormir al Egali Hostel, pero para los que no tienen sueño, la fiesta no para en Temple Bar.
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Ciudad maravillosa!