Día 4: Islas Ballestas, Ica y oasis de la Huacachina
En el día de ayer, visitamos la Reserva Nacional de Paracasy hoy nos toca el otro atractivo principal de Paracas: las Islas Ballestas.
Cómo visitar las Islas Ballestas
Al tratarse de islas, la única opción para realizar esta visita es contratar un tour organizado. El coste, contratando en alguna de las agencias de Paracas, es de unos 25-35 soles por persona, a los que hay que añadir la «entrada» a las islas (10 soles o 17 si se combina con la entrada a la Reserva Nacional de Paracas) y la tasa de uso del puerto. Hay agencias que incluyen esta tasa en la excursión. Preguntad si os la incluyen antes de contratar y así podréis valorar mejor la diferencia de precio de las diversas agencias.
Normalmente, al contratar las dos excursiones en una misma agencia, os ofrecerán un precio más ajustado y tendréis más oportunidades de negociar. Como os contamos en nuestra anterior entrada, nosotros comparamos y nos decantamos por Vive Perú Tours. Las dos excursiones (Reserva Nacional + Islas Ballestas) nos salieron por 130 soles los dos, que con entradas y tasas fueron 174 en total (unos 45€ los dos). La experiencia fue excelente y los recomendamos por el precio y el trato ofrecido, ya desde ayer en la ruta en coche privado por la Reserva Nacional.
Las visitas a las Islas Ballestas se realizan en dos salidas: un primer turno a las 8h y otro a las 10h. Se recomienda madrugar para la primera, pues suele ser cuando las condiciones marítimas son más adecuadas (aunque no es garantía de nada, cuando fuimos nosotros no hizo un día particularmente bueno).
Visita a las Islas Ballestas
Salimos de nuestro alojamiento en el Ichtus Paracas para llegar a la agencia a la hora acordada, las 7h45. Justo a la salida del hostal nos encontramos un puesto ambulante en el que una señora vende panecillos con queso, palta (aguacate), hamburguesa y otros rellenos por 1 sol (0,30€). Compramos para desayunar, pero tampoco comemos mucho para evitar mareos en el mar. Al poco de llegar a la agencia, un guía nos recoge y nos lleva al puerto. Pagamos la tasa correspondiente y a las 8h en punto arranca el barco rumbo a las Ballestas.
En apenas unos minutos, ya alejados del puerto, empezamos a ver muestras de la increíble fauna del parque natural al pasar delante de un grupo muy numeroso de pelícanos en la costa. Cada vez que encontramos grupos de animales, la barca para y dejamos de oír el ruido ensordecedor del motor y podemos observar con absoluta tranquilidad y tomar fotos, además de velar por la paz de los animales también, lo cual se agradece.
Arrancamos de nuevo y al cabo de pocos minutos pasamos por delante del famoso Candelabro de Paracas (también conocido como Cactus), un geoglifo en una ladera arenosa justo frente al mar. Este enorme dibujo es comparable a las renombradas líneas de Nazca, con dos diferencias principales: las líneas de Nazca solo son visibles a vista de pájaro, sobrevolándolas mientras que el Candelabro es visible desde el mar; y las líneas de Nazca estan excavadas en la tierra mientras que el Candelabro está hecho sobre arena. El agua marina, que ha creado una especie de capa fijadora sobre el dibujo, además de su orientación sur, son las razones por las que el viento no lo ha borrado a través del tiempo, un hecho que más que coincidencia refleja los profundos conocimientos del medio de quienes lo dibujaron hace más de 2500 años. En cuanto a la función de este geoglifo, hay varias interpretaciones, la más relevante de las cuales es que fue realizado para la orientación de los navegantes.
Desde el Candelabro, iniciamos una travesía marítima de unos 20 minutos hasta llegar a las Islas Ballestas. A medida que nos aproximamos podemos observar la gran cantidad de aves que sobrevuelan el cielo sobre estas islas guaneras. ¿Gua… qué? El guano, palabra procedente del quechua «abono», es simplemente caca. Durante años, las Islas Ballestas fueron explotadas intensivamente para recoger el guano principalmente para fertilizantes, para uso nacional y para la exportación. Sin embargo, el nivel de extracción no era sostenible. En muchas ocasiones, el problema era que la extracción de guano se llevaba consigo los nidos de las aves. Además, la pesca en la zona era demasiado intensiva, privando de alimento a las aves. En consecuencia, el número de aves cayó a mínimos. Por ello, y con el reconocimiento de las islas como espacio natural protegido, la explotación se reguló y ahora tan solo se realizan extracciones cada 4 o 5 años. Nosotros visitamos las islas pocos meses antes de la siguiente fecha de extracción, así que os podéis imaginar el aroma…
A pesar de los esfuerzos, todavía no se ha recuperado la población de aves previa a la actividad industrial ni por asomo. Aún así, visitar las Islas Ballesta es garantía de poder observar una cantidad inimaginable de aves de distintas especies, algunas de ellas migratorias. Si tenéis suerte, también podréis ver pingüinos de Humboldt, una especie de pingüinos que se desplaza con las corrientes frías a disfrutar de climas más templados, normalmente en la costa pacífica del Perú o Chile. Nosotros vimos algunos en pequeños grupos sobre las islas, pero ninguno tan de cerca como el pingüino desorientado que nos encontramos ayer en la playa de Yumaque.
Aunque hay principalmente aves, también es posible ver algún que otro mamífero; en concreto, leones marinos. Hay quien visita las Islas Ballestas y apenas ve uno, dos o incluso ninguno. Los meses de invierno son más propicios para estos avistamientos y nosotros los vimos en grupos numerosos en varias zonas de las islas y bastante de cerca.
Como ya hemos mencionado, las barcas paran el motor al encontrarse con animales: así el ruido no les molesta y a pesar de las olas, la barca puede acercarse bastante a tierra.
Casi al final del recorrido pasamos delante de la planta de extracción, ahora prácticamente abandonada. De nuevo, ¡es impresionante la cantidad de pájaros que sobrevuelan las islas en todo momento!
La barca pone rumbo de nuevo al puerto, al que llegamos a las 10. El mar no ha estado especialmente dócil en esta travesía, así que nos alegramos de haber podido ver tantos animales pero también de tocar tierra. Nuestro bus a Ica sale en una hora, así que no perdemos mucho el tiempo: vamos a recoger las maletas al Ichtus Paracas y nos vamos hacia la estación de Cruz del Sur.
Quizás no hacía falta correr tanto, porque nuestro bus lleva media hora de retraso. Al final, facturamos la maleta y nos subimos al bus para un trayecto corto: 1h15. Como os comentamos en nuestra anterior entrada, escogimos Cruz del Sur para todos nuestros trayectos entre ciudades en Perú. Se trata de una compañía fiable, con una flota de autobuses cómoda y buen servicio. En su página web podréis consultar rutas, horarios y precios. Incluso podréis encontrar muy buenas ofertas si reserváis con antelación. El trayecto desde Paracas a Ica nos salió a nosotros por 8 soles cada uno (unos 2€).
Ica
Llegados a Ica, alucinamos con el tráfico caótico de la ciudad. Lima no es que sea el modelo de orden, pero lo de Ica es de otro nivel. Hay mototaxis por todos lados y tocar el claxon es el pasatiempo número uno en los atascos. Además, coincidimos con la salida de colegios y las pocas manzanas que cruzamos para llegar a la plaza de Armas están llenas a rebosar. La plaza de Armas en sí tiene poco que ver, pero en una esquina nos quedamos pasmados con la iglesia de la Merced, apuntalada y en proceso de reconstrucción tras el terremoto de 2011 que devastó la ciudad.
Aprovechando que estamos en la plaza, nos acercamos a un punto de venta de Sra Buendía en el que encontramos las deliciosas tejas y chocotejas (los hay también en el centro comercial Larcomar de Lima, entre otros, pero estos deliciosos bombones son originarios de Ica. Compramos una cajita de 6 por 19 soles (unos 5€) para degustar más tarde.
Tener las chocotejas y reservarlas para luego solo puede abrir el apetito, con lo que nos dirigimos hacia el Museo Regional de Ica y paramos en un restaurante muy recomendable: Mama Luz. Si solo vais al oasis de la Huacachina es un rodeo, pero de camino al Museo es apenas un desvío. El menú de este restaurante vale tan solo 8 soles (unos 2€) con entrante, plato principal y bebida. Las raciones son contundentes y la comida es casera y está muy buena. Pedimos ensalada de palta (aguacate) y sopa de quínua como entrantes, y luego un plato de mondongo (a base de tripa) y ternera con zapallo (frijol blanco).
Museo Regional Adolfo Bermúdez Jenkins
Salimos prácticamente rodando hacia el Museo Regional Adolfo Bermúdez Jenkins. Pagamos 7,5 soles cada uno por la entrada (unos 2€) y accedemos a las salas de exposición. Si habéis estado en el Museo Larco de Lima, los objetos expuestos os sonarán familiares: hay cerámica y tejidos mortuorios, la mayoría provenientes de las culturas Nasca y Paracas.
Pero lo realmente impactante (y por lo que vale la pena aunque ya hayáis estado en otro museo arqueológico en Perú) es la sala de bioantropología. Allí se exhiben cráneos deformados (a las culturas pre-incas les encantaba tener la cabeza alargada) y con trepanaciones (perforaciones del cráneo de las que asombrosamente había supervivientes), y también momias casi intactas. Al entrar a la sala se avisa de que puede herir la sensibilidad de los visitantes y se prohíbe la fotografía y no es para menos: las momias están tan bien conservadas que se pueden observar la piel sobre los huesos, las uñas, los atuendos con los que fueron enterrados e incluso los peinados. ¡Alucinante!
Oasis de la Huacachina
Salimos del museo sobre las 15h30 y coincidimos con dos chicas peruanas que comparten próxima parada con nosotros y acordamos ir juntos en taxi al oasis de la Huacachina. El taxi nos cobra 7 soles en total, a repartir entre los cuatro (menos de 1€ por persona) y en 15 minutos llegamos a nuestro destino.
El taxi nos deja en la parte trasera de la urbanización del oasis, convertida en un resort que se expande sobre las dunas que lo rodean. Seguimos por una calle hasta la laguna, a cuya orilla encontramos restaurantes y souvenirs caros. Si podéis, no compréis ni agua, llevadla desde Ica. Hoy se han suspendido las actividades en boogie sobre las dunas, ya que días atrás hubo un accidente mortal y se destapó que el conductor no tenía el carnet, lo que cernió las dudas sobre la legalidad de las prácticas de las agencias que operan en la zona. Nosotros teníamos claro desde un principio que no nos atraía esta actividad, así que la noticia no trastocó nuestros planes. A pesar de todo, sí había tablas en alquiler para practicar sandboard en las dunas más cercanas, a las que puede accederse a pie.
La subida por la arena a pie es dura, pero vale la pena por las vistas al oasis desde arriba y la inmensidad del desierto al otro lado. Además, ofrece unas puestas de sol maravillosas sobre las dunas.
Cae el sol y descendemos por la ladera de la duna, lo cual resulta mucho más divertido que la subida. Rodeamos de nuevo la laguna hasta llegar al punto donde nos ha dejado el taxi y cogemos uno de vuelta a Ica por 8 soles (unos 2€). Esta vez, no encontramos a nadie para compartir el trayecto.
Hacemos algo de tiempo en los alrededores de la plaza de Armas, ya que no tenemos el bus nocturno hacia Arequipa hasta las 21h15. De nuevo, tenemos el transporte con Cruz del Sur. Este trayecto de 12h nos salió por 70 soles cada uno (unos 19€) en asientos reclinables 160º, cena y desayuno incluidos. Próxima parada, ¡la ciudad de los volcanes!
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